Imagen creada por Bing [Noviembre de 2023] Prompt: “Sócrates; conocimiento; IA”
La inteligencia artificial promete transformar innumerables procesos a través de la automatización y la eficiencia. Entre ellos, uno de los más afectados podría ser el proceso creativo humano. Según Csikszentmihalyi (1996), la creatividad se manifiesta en ideas o productos nuevos que no son meras respuestas automáticas al entorno. Amabile (1983) la describe como la producción de algo novedoso y útil, mientras que Epstein (2014) la considera como la generación de ideas nuevas que son útiles para alguien. Estos expertos coinciden en que la creatividad engendra algo inédito y relevante, que resulta beneficioso en su contexto. Sin lugar a dudas, la IA es fruto de un proceso humano susceptible de mejora, pero también se ha convertido en una herramienta que podría fomentar la creatividad individual.
La IA es capaz de realizar tareas lingüísticas complejas, como generar textos o resúmenes y responder a preguntas específicas, seleccionando lo que considera más adecuado a partir de la información disponible. Sin embargo, carece de verdadero entendimiento y no posee la facultad de análisis crítico que caracteriza al ser humano. Por ende, nos encontramos ante una disyuntiva: conformarnos con la información limitada que herramientas como Chat GPT nos proporcionan o emplearlas como aliadas en nuestros procesos creativos y críticos.
No nos engañemos, la IA no es un ente de reflexión profunda; dista mucho de ser un Sócrates digital dispuesto a debatir sobre la vida y el cosmos. La decisión recae en nosotros: aceptar pasivamente la información proporcionada por esta ‘máquina conversadora’ o utilizarla como catalizador para sumergirnos en las aguas del pensamiento crítico y la creatividad.
La interacción con la IA puede incitar al ser humano a forjar nuevas ideas, desencadenadas por preguntas e inquietudes que emergen de tal colaboración. Esta dinámica puede, a su vez, mejorar el desempeño y las respuestas de la IA, creando así un laboratorio de co-creación.
No obstante, existe el peligro de que la IA, mientras tiene el potencial de estimular la creación humana, también podría limitarla, aplacando la curiosidad y promoviendo un conformismo intelectual que relega el afán de saber. La humanidad se arriesga a dejar que la sed de conocimiento sea suplantada por el fácil acceso a la información y un desinterés por el entendimiento auténtico.
Frente al avance incesante de la tecnología y su integración en la vida cotidiana, es esencial enfocar nuestros esfuerzos en el fortalecimiento del pensamiento crítico. Tal como lo expresó Bacon en 1605, esta facultad implica el deseo de explorar, la paciencia de dudar y la disposición a reflexionar—una verdadera invitación a cuestionar todo lo que se nos ofrece, todo aquello que el hombre ha procurado entender.
Por tanto, siempre que se permita el espacio para el análisis reflexivo y el cuestionamiento, así como una constante búsqueda de descubrimiento en la interacción con la tecnología, permanecerá abierta la posibilidad de crear nuevas oportunidades.
La danza entre la IA y el ser humano trasciende la mera capacidad de procesar y seleccionar información. El verdadero potencial yace en combinar esto con la capacidad humana de análisis y razonamiento para fomentar la innovación y la creatividad. Esa sinergia es la que realmente cuenta; de lo contrario, nos quedamos con un baile monótono y sin vida: un espectáculo carente de sentido.
Referencias
Amabile, T. M. (1983). The social psychology of creativity: A componential conceptualization. Journal of Personality and Social Psychology, 45(2), 357–376. https://doi.org/10.1037/0022-3514.45.2.357
Csikszentmihalyi, M. (1997). Creativity: Flow and the psychology of discovery and invention. HarperCollins Publishers.
Epstein, S. (2014). Cognitive-experiential theory: An integrative theory of personality. Oxford University Press.
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